No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios; creed también en mí. Hay muchas moradas en la casa de mi padre. Si así no fuera, yo os lo habría dicho, pues me voy a prepararos un lugar. Y después de que me haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde yo esté, también estéis vosotros.” (San Juan, 14:1 a 3.)
Diferentes estados del alma en la erraticidad
2. La casa del Padre es el universo. Las diferentes moradas son los mundos que giran en el espacio infinito y ofrecen, a los Espíritus encarnados, estancias apropiadas a su adelanto.Independientemente de la diversidad de mundos, esas palabras de Jesús pueden también entenderse como una referencia al estado feliz o desdichado del Espíritu en la erraticidad. Según se halle más o menos purificado y desprendido de los lazos materiales, el medio en que se encuentra, el aspecto de las cosas, las sensaciones que experimenta y las percepciones que posee varían hasta lo infinito. Mientras que unos no pueden alejarse de la esfera en que vivieron, otros se elevan y recorren el espacio y los mundos. Mientras que ciertos Espíritus culpables andan errantes en las tinieblas, los felices gozan de una claridad resplandeciente y del sublime espectáculo de lo infinito. En fin, mientras que el malo, atormentado por remordimientos y pesares, muchas veces solo, sin consuelo, separado de los objetos de su afecto, gime bajo el peso de los padecimientos morales, el justo, reunido con los que ama, saborea las delicias de una indescriptible felicidad. También esas son otras tantas moradas, aunque no estén circunscriptas ni localizadas.