Capítulo 4 – Nadie Puede Ver el Reino de Dios Si no Nace de Nuevo – 7 a 11
7. Estas palabras: si un hombre no renace del agua y del Espíritu, han sido interpretadas en el sentido de la regeneración mediante el agua del bautismo. No obstante, el texto primitivo dice simplemente: no renace del agua y del Espíritu, en tanto que en algunas traducciones las palabras del Espíritu han sido sustituidas por del Santo Espíritu, lo que ya no se corresponde con el mismo pensamiento. Este punto fundamental se destaca en los primeros comentarios hechos sobre el Evangelio, lo que un día se verificará sin posibilidad de equívoco. Para que se comprenda el verdadero sentido de esas palabras, es preciso referirse a la significación de la palabra agua, que no se empleaba en la acepción que le es propia.Los conocimientos que los antiguos tenían acerca de las ciencias físicas eran muy imperfectos. Creían que la Tierra había salido de las aguas, y por eso consideraban al agua como el elemento generador absoluto. En ese sentido, en el Génesis se lee: “El Espíritu de Dios era llevado sobre las aguas; flotaba sobre la superficie de las aguas”; “Que el firmamento sea hecho en medio de las aguas”; “Que las aguas que están debajo del cielo se junten en un solo lugar, y que el elemento seco aparezca”; “Que las aguas produzcan animales vivientes que naden en el agua, y pájaros que vuelen sobre la tierra y bajo el firmamento”.Según esa creencia, el agua se había convertido en el símbolo de la naturaleza material, así como el Espíritu era el símbolo de la naturaleza inteligente. Estas palabras: “Si el hombre no renace del agua y del Espíritu”, o “en agua y en Espíritu”, significan, pues: “Si el hombre no vuelve a nacer con su cuerpo y su alma”. En ese sentido fueron comprendidas al principio.Por otra parte, esa interpretación queda justificada con estas otras palabras: Lo que es nacido de la carne, es carne; y lo que es nacido del Espíritu, es Espíritu. Jesús hace aquí una distinción positiva entre el Espíritu y el cuerpo. Lo que es nacido de la carne, es carne indica claramente que sólo el cuerpo procede del cuerpo, y que el Espíritu es independiente del cuerpo. 9. La frase El Espíritu sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene, ni adónde va, puede entenderse como una referencia al Espíritu de Dios, que da la vida a quien quiere; o bien, al alma del hombre. En esta última acepción, la frase “no sabes de dónde viene, ni adónde va” significa que no se conoce lo que ha sido el Espíritu, ni lo que será. Si el Espíritu, o alma, fuese creado al mismo tiempo que el cuerpo, se sabría de dónde vino, puesto que conoceríamos su comienzo. Sea como fuere, ese pasaje es la consagración del principio de la preexistencia del alma y, por consiguiente, del de la pluralidad de las existencias. 10. “Desde el tiempo de Juan el Bautista hasta el presente, el reino de los Cielos se toma por la violencia, y los violentos lo arrebatan. Porque, hasta Juan, todos los profetas, lo mismo que la Ley, profetizaron. Si queréis comprender lo que os digo, él mismo es Elías, el que iba a venir. El que tenga oídos para oír, que oiga.” (San Mateo, 11:12 a 15). 11. Si bien el principio de la reencarnación expresado en San Juan podría, en rigor, ser interpretado en un sentido puramente místico, no sucede lo mismo con este pasaje de San Mateo, en el que no hay posibilidad de equivocarse: ÉL MISMO es Elías, el que iba de venir. Aquí no hay figura ni alegoría: es una afirmación positiva. “Desde el tiempo de Juan el Bautista hasta el presente, el reino de los Cielos se toma por la violencia.” ¿Qué significan esas palabras, puesto que Juan el Bautista vivía aún en ese momento? Jesús las explica al decir: “Si queréis comprender lo que os digo, él mismo es Elías, el que iba a venir”. Ahora bien, dado que Juan no era otro más que Elías, Jesús hacía alusión a la época en que Juan vivía con el nombre de Elías. “Hasta el presente el reino de los Cielos se toma por la violencia” es otra alusión a la violencia de la ley mosaica, que ordenaba el exterminio de los infieles para ganar la Tierra Prometida, el Paraíso de los hebreos; mientras que, según la nueva ley, el Cielo se gana mediante la caridad y la dulzura. Después añade: El que tenga oídos para oír, que oiga. Esas palabras, que Jesús repite con tanta frecuencia, expresan claramente que no todos se hallaban en condiciones de comprender ciertas verdades.