Capítulo 4 – Nadie Puede Ver el Reino de Dios Si no Nace de Nuevo – 21 a 23
21. Veamos ahora las consecuencias de la doctrina de la no-reencarnación. Esta doctrina anula necesariamente la preexistencia del alma. Al ser creadas al mismo tiempo que los cuerpos, no existe entre las almas ningún lazo anterior; son completamente extrañas unas a otras. El padre es extraño a su hijo. Así, la filiación de las familias se encuentra reducida exclusivamente a la filiación corporal, sin ningún lazo espiritual. Por consiguiente, no hay motivo alguno para vanagloriarse de haber tenido por antepasados a tales o cuales personajes ilustres. Con la reencarnación, en cambio, antepasados y descendientes pueden haberse conocido, haber vivido juntos, haberse amado y, más tarde, reunirse a fin de estrechar sus lazos de simpatía. 22. Eso en cuanto al pasado. En cuanto al porvenir, según uno de los dogmas fundamentales que se deducen de la no-reencarnación, el destino de las almas queda irremediablemente determinado después de una sola existencia. La fijación definitiva del destino implica la cesación de todo tipo de progreso, porque si existe algún progreso, ya no hay destino definitivo. Conforme hayan vivido bien o mal, las almas van de inmediato a la morada de los bienaventurados o al infierno eterno. De ese modo, quedan inmediatamente separadas, para siempre, sin la esperanza de volver a unirse nunca más. Padres, madres e hijos, maridos y esposas, hermanos, hermanas y amigos, ya no pueden tener la certeza de volverse a ver. Eso constituye la ruptura inexorable de los lazos de familia.Con la reencarnación, en cambio, y con el progreso que es su consecuencia, los que se han amado vuelven a reunirse en la Tierra y en el espacio, y marchan juntos para llegar a Dios. Si algunos desfallecen en el camino, retrasan su adelanto y su felicidad, pero la esperanza no está perdida. Mediante el auxilio, el estímulo y el amparo de los que los aman, habrán de salir un día del cenagal en que se sumergieron. Con la reencarnación, por último, existe solidaridad perpetua entre los encarnados y los desencarnados y, por consiguiente, los lazos de afecto se estrechan. 23. En resumen, cuatro alternativas se presentan al hombre en relación con su porvenir de ultratumba: 1.ª) la nada, según la doctrina materialista; 2.ª) la absorción en el todo universal, según la doctrina panteísta; 3.ª) la individualidad con fijación definitiva del destino, según la doctrina de la Iglesia; y 4.ª) la individualidad con progreso ilimitado, según la doctrina espírita. Conforme a las dos primeras, los lazos de familia se rompen al producirse la muerte, sin que haya esperanza alguna de que las almas se vuelvan a encontrar en el porvenir. Con la tercera, pueden volverse a ver, siempre que estén en la misma región, que tanto puede ser el Infierno como el Paraíso. Finalmente, con la pluralidad de las existencias, que es inseparable del progreso gradual, existe la certeza de la continuidad de las relaciones entre los que se han amado, y eso es lo que constituye la verdadera familia.