Capítulo 6 – El Cristo Consolador – 1 a 2

El yugo ligero

1. “Venid a mí, todos los que estáis afligidos y cargados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.” (San Mateo, 11:28 a 30.) 2. Todos los padecimientos –miserias, desengaños, dolores físicos, pérdida de seres queridos– encuentran su consuelo en la fe en el porvenir, en la confianza en la justicia de Dios, que Cristo vino a enseñar a los hombres. Por el contrario, sobre aquel que nada espera después de esta vida, o que simplemente duda, las aflicciones caen con todo su peso, y ninguna esperanza viene a endulzar su amargura. Eso es lo que hizo decir a Jesús: “Venid a mí, todos los que estáis cansados, que yo os aliviaré”. Sin embargo, Jesús pone una condición tanto para su asistencia como para la felicidad que promete a los afligidos. Esa condición está en la ley que Él enseña. Su yugo es la observancia de esa ley; pero ese yugo es ligero y la ley es suave, puesto que impone como deber el amor y la caridad.