Capítulo 6 – El Cristo Consolador – 5

INSTRUCCIONES DE LOS ESPÍRITUS

Advenimiento del Espíritu de Verdad

5. Vengo, como en otros tiempos, hacia los hijos descarriados de Israel, a traeros la verdad y a disipar las tinieblas. Escuchadme. El espiritismo, como en el pasado lo hizo mi palabra, debe recordar a los incrédulos que por encima de ellos reina la inmutable verdad: el Dios bondadoso, el Dios poderoso que hace que germinen las plantas y se eleven las olas. Yo revelé la doctrina divina. Como el segador, até en haces el bien esparcido en la humanidad, y dije: “¡Venid a mí, todos los que sufrís!”.Pero los hombres, ingratos, se desviaron del camino recto y amplio que conduce al reino de mi Padre, y se han extraviado en los ásperos senderos de la impiedad. Mi padre no quiere aniquilar a la raza humana; quiere que, ayudándoos unos a otros, muertos y vivos –es decir, muertos según la carne, porque la muerte no existe–, os socorráis mutuamente, y que no se haga oír la voz de los profetas o la de los apóstoles, sino la de aquellos que ya no viven en la Tierra, exclamando: “¡Orad y creed!” Porque la muerte es la resurrección, y la vida es la prueba elegida, durante la cual las virtudes que hayáis cultivado habrán de crecer y desarrollarse como el cedro.Hombres débiles, que comprendéis las tinieblas de vuestra inteligencia, no rechacéis la antorcha que la clemencia divina deposita en vuestras manos para iluminar vuestro camino y conduciros, como niños perdidos, al regazo de vuestro Padre.Estoy embargado de compasión por vuestras miserias, por vuestra inmensa debilidad, para no tender una mano caritativa a los infelices extraviados que, aunque miren al Cielo, caen en el abismo del error. Creed, amad, meditad acerca de las cosas que se os revelan. No mezcléis la cizaña con las buenas simientes, ni las utopías con las verdades.¡Espíritas! Amaos, esta es la primera enseñanza. Instruíos, esta es la segunda. Todas las verdades se encuentran en el cristianismo. Los errores que se han arraigado en él son de origen humano. Y he aquí que desde más allá de la tumba, a la que considerabais la nada, brotan voces que os advierten: “¡Hermanos! Nada perece. Jesucristo es el vencedor del mal, sed vosotros los vencedores de la impiedad”. (El Espíritu de Verdad. París, 1860.)