Capítulo 11 – Amar Al Prójimo Como a Sí Mismo – 10
Mis queridos condiscípulos, los Espíritus aquí presentes os dicen por mi intermedio: “Amad mucho, a fin de que seáis amados”. Ese pensamiento es tan exacto que encontraréis en él todo lo que consuela y calma las penas de cada día. O, más bien, si practicáis ese sabio consejo, habréis de elevaros de tal modo por encima de la materia, que os espiritualizaréis antes de abandonar vuestra envoltura terrenal. Dado que los estudios espíritas habrán desarrollado en vosotros la comprensión del porvenir, tendréis una certeza: la del adelanto hacia Dios, con el cumplimiento de todas las promesas que responden a las aspiraciones de vuestra alma. Por eso, debéis elevaros lo suficiente para juzgar sin las restricciones de la materia, a fin de que no condenéis a vuestro prójimo antes de haber dirigido vuestro pensamiento hacia Dios.Amar, en el sentido profundo de la palabra, implica ser leal, probo, de conciencia recta, a fin de que hagáis a los otros lo que quisierais para vosotros mismos. Amar es buscar alrededor vuestro el sentido íntimo de todos los dolores que abruman a vuestros hermanos, para llevarles alivio. Amar es considerar como propia la gran familia humana, porque volveréis a encontrar a esa familia, dentro de un cierto período, en mundos más avanzados, y porque los Espíritus que la componen son, tanto como vosotros, hijos de Dios señalados en la frente para elevarse hacia lo infinito. Por eso no podéis negar a vuestros hermanos lo que Dios os concede con tanta prodigalidad, puesto que, por vuestra parte, estaríais muy felices de que vuestros hermanos os diesen lo que os hiciera falta. Así pues, para cada sufrimiento tened siempre una palabra de esperanza y de amparo, a fin de que seáis todo amor, todo justicia. Confiad en que esta sabia exhortación: “Amad mucho, a fin de que seáis amados”, abrirá un camino. Son palabras revolucionarias y siguen una senda segura e invariable. No obstante, vosotros, los que me escucháis, ya habéis ganado. Sois infinitamente mejores que hace cien años. Habéis cambiado de tal modo, para vuestro beneficio, que aceptáis sin discusión una infinidad de ideas nuevas sobre la libertad y la fraternidad, que en otro tiempo hubierais rechazado. Ahora bien, de aquí a cien años aceptaréis con la misma facilidad otras ideas que aún no han podido penetrar en vuestro cerebro.Hoy, cuando el movimiento espírita ha dado un gran paso, veis con qué rapidez las ideas de justicia y de renovación, contenidas en los dictados de los Espíritus, son aceptadas por el promedio del mundo inteligente. Eso se debe a que tales ideas responden a todo lo que hay de divino en vosotros; a que estáis preparados por una siembra fecunda: la del siglo pasado, que implantó en la sociedad las grandes ideas de progreso. Y como todo se eslabona bajo la supervisión del Todopoderoso, aquellas lecciones recibidas y asimiladas se completarán en este intercambio universal del amor al prójimo. Gracias a Él, los Espíritus encarnados, que habrán de juzgar y de sentir mejor, se tenderán las manos desde los confines de vuestro planeta. Se reunirán para entenderse y amarse, para destruir todas las injusticias, todas las causas de desinteligencia entre los pueblos.Extraordinario pensamiento de renovación mediante el espiritismo, tan bien descrito en El Libro de los Espíritus, habrás de producir el gran milagro del siglo venidero, el de conciliar todos los intereses materiales y espirituales del hombre, mediante la aplicación de esta máxima bien comprendida: “Amad mucho, a fin de que seáis amados”. (Sanson, ex miembro de la Sociedad Espírita de París. 1863.)