Capítulo 13 – No Sepa Tu Mano Izquierda lo que da Tu Mano Derecha – 12
Sed buenos y caritativos, porque esa es la llave de los Cielos, llave que está en vuestras manos. La felicidad eterna se encuentra contenida en este precepto: “Amaos los unos a los otros”. El alma no puede elevarse en las regiones espirituales si no es a través de su consagración al prójimo, y sólo encuentra dicha y consuelo en los impulsos de la caridad. Sed buenos, amparad a vuestros hermanos, dejad a un lado la horrible llaga del egoísmo. Si cumplís con ese deber se os abrirá el camino de la felicidad eterna. Por otra parte, ¿quién de vosotros no ha sentido que su corazón late de júbilo, de íntima alegría, ante la narración de un hecho de generosa entrega, de una obra realmente caritativa? Si solamente buscarais el placer que una buena acción proporciona, permaneceríais siempre en el camino del progreso espiritual. No os faltan los ejemplos; la buena voluntad es la que escasea. Considerad la infinidad de hombres de bien cuya veneración registra la historia.¿No os dijo Cristo todo lo relativo a las virtudes de la caridad y el amor? ¿Por qué dejar a un lado sus divinas enseñanzas? ¿Por qué cerrar los oídos a sus sublimes palabras, y el corazón a sus dulces máximas? Quisiera que los hombres dispensaran más interés, más fe, a las lecturas evangélicas. No obstante, desprecian ese libro, pues lo consideran un depósito de palabras vanas, una carta cerrada. Dejan en el olvido ese código admirable. Vuestros males provienen, de hecho, del abandono voluntario al que relegáis ese compendio de las leyes divinas. Así pues, leed esas páginas que irradian la abnegación de Jesús, y meditad acerca de ellas.Hombres fuertes, ceñid vuestras armas. Hombres débiles, convertid en armas la benevolencia y la fe que os caracterizan. Sed más persuasivos, tened más constancia en la propagación de vuestra nueva doctrina. Sólo para estimular vuestra vigilancia y vuestras virtudes es que Dios permite que nos manifestemos entre vosotros. No obstante, si lo quisierais, os bastaría la ayuda de Dios y la de vuestra propia voluntad, pues las manifestaciones espíritas solamente están destinadas a los que tienen los ojos cerrados y el corazón rebelde.La caridad es la virtud fundamental que debe sustentar el edificio de las virtudes terrenales. Sin ella, las demás no existen. Si falta la caridad no existe la esperanza de un destino mejor, no hay interés moral que nos guíe. Si falta la caridad no existe la fe, porque la fe no es más que un rayo de gran pureza que confiere brillo al alma caritativa.La caridad es, en todos los mundos, el ancla eterna de la salvación; es la más pura emanación del Creador; es su propia virtud, que Él ha legado a la criatura. ¿Cómo despreciar esa suprema bondad? ¿Qué corazón compenetrado con ella sería tan perverso para reprimir y expulsar ese sentimiento absolutamente divino? ¿Qué hijo sería tan maligno para revelarse contra esa tierna caricia, la caridad?No pretendo hablar de lo que hice, porque los Espíritus también tenemos pudor por nuestras obras. Con todo, considero a la que comencé como una de las que más habrán de contribuir al alivio de vuestros semejantes. Veo a menudo que los Espíritus solicitan que se les conceda la misión de continuar mi tarea. Veo a mis bondadosas y queridas hermanas, en su piadoso y divino ministerio. Las veo mientras practican la virtud que os recomiendo, con toda la alegría propia de esa existencia de dedicación y sacrificios. Para mí constituye una inmensa felicidad observar cómo esa obra les ennoblece el carácter, y cuánto aprecian y resguardan la misión que desempeñan. Hombres de bien, de buena y firme voluntad, uníos para continuar ampliamente la obra de propagación de la caridad. Hallaréis la recompensa de esa virtud en su propia práctica. No hay alegría espiritual que la caridad no proporcione desde la vida presente. Sed unidos. Amaos los unos a los otros, según los preceptos de Cristo. Así sea. (San Vicente de Paúl. París, 1858.)