Capítulo 14 – Honra a Tu Padre y a Tu Madre – 5 a 7

¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?

5. Y habiendo vuelto a casa, se reunió allí una multitud tan grande, que ellos ni siquiera podían ingerir sus alimentos. Al saber eso, fueron sus parientes para prenderlo, pues decían que había perdido la razón.Mientras tanto, cuando llegaron su madre y sus hermanos, se quedaron del lado de afuera y enviaron a llamarlo. Y la gente del pueblo estaba sentada alrededor suyo, y le dijeron: “Tu madre y tus hermanos están allá afuera y te llaman”. Él les respondió: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?” Y mirando a los que estaban sentados alrededor suyo dijo: “Estos son mi madre y mis hermanos; pues todo el que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre”. (San Marcos, 3:20 y 21, y 31 a 35; San Mateo, 12:46 a 50.) 6. Algunas palabras parecen extrañas en boca de Jesús, porque contrastan con su bondad y su inalterable benevolencia para con todos. Los incrédulos no han dejado de valerse de ese argumento para decir que Él se contradecía. No obstante, un hecho irrefutable es que su doctrina tiene por base esencial, por piedra angular, la ley de amor y de caridad. Él no podía, pues, derribar por un lado lo que edificaba por otro. De ahí es preciso inferir esta consecuencia rigurosa: si algunas máximas de Cristo se hallan en contradicción con aquel principio básico, es porque las palabras que le atribuyen fueron mal reproducidas, mal comprendidas, o no son suyas. 7. Con razón nos asombramos de ver que, en esta circunstancia, Jesús muestra tanta indiferencia para con sus parientes y, en cierto modo, reniega de su madre.Por lo que se refiere a sus hermanos, se sabe que jamás tuvieron simpatía por Él. Espíritus poco adelantados, no comprendían su misión. Para ellos, la conducta de Jesús era extraña, y sus enseñanzas no los sensibilizaron, puesto que ninguno de ellos lo siguió como discípulo. Parece incluso que compartían, hasta cierto punto, las prevenciones de sus enemigos. Es cierto, por otra parte, que lo recibían más como a un extraño que como a un hermano cuando Él se presentaba ante su familia. San Juan dice, positivamente, que ellos no creían en Él. (San Juan, 7:5.) En cuanto a la madre de Jesús, nadie osaría discutir la ternura que prodigaba a su hijo. Pero también es preciso convenir en que tampoco ella tenía una idea muy precisa de la misión del Maestro, pues jamás la vieron que siguiera sus enseñanzas, ni que diera testimonio de Él, como hizo Juan el Bautista. El sentimiento que en ella predominaba era la solicitud maternal. Con respecto a Jesús, suponer que Él haya renegado de su madre sería ignorar su carácter. No es posible que un pensamiento semejante animara a aquel que dijo: Honra a tu padre y a tu madre. Por consiguiente, es preciso buscar otro sentido a sus palabras, casi siempre veladas por la forma alegórica.Jesús no descuidaba ninguna ocasión para impartir una enseñanza. Aprovechó, pues, la que le ofrecía la llegada de su familia, para establecer la diferencia que existe entre el parentesco corporal y el parentesco espiritual.