Capítulo 23 – Moral Extraña – 9 a 13

No he venido a traer la paz, sino la división

9. “No penséis que he venido a traer la paz a la Tierra. No he venido a traer la paz, sino la espada. Porque he venido a separar al hombre de su padre, a la hija de su madre, y a la nuera de su suegra. Y el hombre tendrá enemigos en su propia casa.” (San Mateo, 10:34 a 36.) 10. “He venido a arrojar fuego sobre la Tierra, y ¿qué más deseo, sino que arda? ¡Con un bautismo tengo que ser bautizado, y cuán ansioso me siento de que se cumpla!”¿Creéis que he venido a traer la paz a la Tierra? No, os lo aseguro; por el contrario, he venido a traer la división. Porque, desde ahora, si hay cinco personas en una casa, estarán divididas unas contra otras: tres contra dos, y dos contra tres. El padre estará dividido contra el hijo, el hijo contra el padre, la madre contra la hija, y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera, y la nuera contra la suegra.” (San Lucas, 12:49 a 53.) 11. ¿Será posible que Jesús, la personificación de la dulzura y la bondad, precisamente Él, que no cesó de predicar el amor al prójimo, haya dicho: “No he venido a traer la paz, sino la espada; he venido a separar al hijo de su padre, al esposo de su esposa; he venido a arrojar fuego sobre la Tierra, y tengo prisa para que arda?” ¿Acaso estas palabras no están en contradicción manifiesta con sus enseñanzas? ¿No será una blasfemia atribuirle el lenguaje de un conquistador sanguinario y devastador? No, no hay blasfemia ni contradicción en esas palabras, porque Él es quien las pronunció, y ellas son el testimonio de su elevada sabiduría. Sólo la forma, un tanto equívoca, no expresa con exactitud su pensamiento, lo que dio origen a que muchas personas se engañaran en cuanto a su verdadero sentido. Tomadas literalmente, tenderían a transformar su misión, absolutamente pacífica, en otra de perturbación y discordia: consecuencia absurda que el buen sentido rechaza, porque Jesús no podía contradecirse. 12. Toda idea nueva encuentra forzosamente oposición, y no hay una sola que se haya instalado sin luchas. Ahora bien, en esos casos, la resistencia siempre está en relación con la importancia de los resultados previstos, porque cuanto más importante es la idea, tanto más numerosos son los intereses que lesiona. Si fuera evidentemente falsa, si la juzgaran sin consecuencias, nadie se alarmaría y la dejarían pasar, convencidos de que adolece de vitalidad. Pero si es verdadera, si se apoya en una base sólida, si es posible entrever su futuro, un secreto presentimiento advierte a sus enemigos que es un peligro tanto para ellos como para el orden de las cosas en cuyo mantenimiento están empeñados. Por eso se arrojan contra ella y contra sus adeptos.Por consiguiente, la medida de la importancia y de los resultados de una nueva idea se encuentra en el fervor que su aparición provoca, en la violencia de la oposición que despierta, así como en la intensidad y en la persistencia de la cólera de sus adversarios. 13. Jesús vino a proclamar una doctrina que socavaría, desde la base, los abusos en que vivían los fariseos, los escribas y los sacerdotes de su tiempo. Por eso lo hicieron morir, con la convicción de que al matar al hombre mataban a la idea. Con todo, la idea sobrevivió, porque era verdadera; creció, porque formaba parte de los designios de Dios. Asimismo, salida de una humilde e ignorada aldea de la Judea, fue a plantar su estandarte precisamente en la capital del mundo pagano, ante sus enemigos más encarnizados, que tenían sumo interés en combatirla, porque echaba por el suelo creencias seculares, a las que muchos adherían más por interés que por convicción. Allí aguardaban a sus apóstoles las más terribles luchas. Las víctimas fueron innumerables, pero la idea continuó creciendo y conquistó el triunfo, porque en su carácter de verdad superaba a sus antecesoras.