Por qué Jesús habla en parábolas
1. “No se enciende una lámpara para ponerla debajo del celemín; sino que se pone sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa.” (San Mateo, 5:15.) 2. “Nadie enciende una lámpara y la cubre con una vasija, o la pone debajo de la cama; sino que la pone sobre un candelero, para que los que entran vean la luz. Pues nada hay oculto que no vaya a ser descubierto, y nada secreto que no vaya a ser conocido y presentado públicamente.” (San Lucas, 8:16 y 17.) 3. Acercándose, los discípulos le dijeron: “¿Por qué les hablas en parábolas?”. Él respondió, y les dijo: “Porque a vosotros os ha sido dado conocer los misterios del reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque al que ya tiene, más se le dará, y tendrá en abundancia; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no entienden ni comprenden. En ellos se cumple la profecía de Isaías, cuando dice: ‘Oiréis con vuestros oídos y nada entenderéis; miraréis con vuestros ojos y nada veréis. Porque el corazón de este pueblo se ha embotado; sus oídos se han vuelto sordos, y han cerrado sus ojos; no sea que vean con sus ojos y con sus oídos oigan, con su corazón entiendan y que, al convertirse, yo los sane’.” (San Mateo, 13:10 a 15.) 4. Causa sorpresa oír que Jesús diga que no se debe colocar la luz debajo del celemín, cuando Él mismo oculta constantemente el sentido de sus palabras bajo el velo de la alegoría, que no todos pueden comprender. No obstante, Él ofrece una explicación a sus apóstoles: “Les hablo en parábolas, porque ellos no están en condiciones de comprender ciertas cosas. Ven, miran, oyen, pero no entienden, de modo que sería inútil decirles todo en este momento. Pero a vosotros os lo digo, porque os ha sido dado comprender estos misterios”. Así pues, Jesús obraba con el pueblo como se hace con los niños, cuyas ideas no están aún desarrolladas. De ese modo indica el verdadero sentido de la máxima: “No se debe poner la lámpara debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que todos los que entran puedan verla”. Eso no significa que haya que revelar sin consideración todas las cosas. La enseñanza debe ser proporcional a la inteligencia de aquel a quien se dirige, porque hay personas a quienes una luz demasiado intensa los deslumbraría sin iluminarlas. Sucede con los hombres, en general, lo que ocurre con cada individuo en particular. Las generaciones tienen su infancia, su juventud y su edad madura. Cada cosa debe venir a su tiempo, pues la semilla que se arroja al suelo fuera de estación no germina. No obstante, lo que la prudencia aconseja callar momentáneamente, tarde o temprano será descubierto. Esto se debe a que, llegados a cierto grado de desarrollo, los hombres buscan por sus propios medios la luz intensa, pues la oscuridad les molesta. Dios les ha dado la inteligencia para que comprendan y se orienten tanto en las cosas de la Tierra como en las del Cielo. Los hombres quieren razonar su fe. Es entonces cuando no se debe poner la lámpara debajo del celemín, puesto que sin la luz de la razón, la fe se debilita.