Capítulo 25 – Buscad y Hallaréis – 6 a 8

Contemplad las aves del cielo

6. “No acumuléis tesoros en la Tierra, donde la herrumbre y los gusanos los consumen, y donde los ladrones los desentierran y roban. Acumulad tesoros en el Cielo, donde ni la herrumbre ni los gusanos los consumen. Porque donde está vuestro tesoro, allí está también vuestro corazón.”“Por eso os digo: No os inquietéis por saber dónde hallaréis de comer para sustento de vuestra vida, ni de dónde sacaréis una vestimenta para cubrir vuestro cuerpo. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que la vestimenta?”Contemplad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni guardan en graneros; pero vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros puede, por más que se dedique, añadir un codo a su estatura?”¿Por qué también os inquietáis por el vestuario? Contemplad cómo crecen los lirios de los campos; no trabajan, ni hilan. Sin embargo, os digo que ni el mismo Salomón, en toda su gloria, estuvo vestido como uno de ellos. Entonces, si Dios tiene el cuidado de vestir de esa manera a la hierba de los campos, que hoy es y mañana será arrojada en el horno, ¡cuánto mayor cuidado no habrá de tener para con vosotros, hombres de poca fe!”No os inquietéis, pues, diciendo: ¿Qué vamos a comer? o ¿qué beberemos? o ¿con qué nos vestiremos?, como hacen los paganos, que van en busca de todas esas cosas; porque vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de ellas.”Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura. Así pues, no os inquietéis por el día de mañana, porque el día de mañana se cuidará a sí mismo. A cada día le basta con su mal.” (San Mateo, 6:19 a 21 y 25 a 34.) 7. Estas palabras, interpretadas literalmente, serían la negación de la previsión, del trabajo y, por consiguiente, del progreso. Con un principio como ese, el hombre se limitaría a esperar pasivamente. Sus fuerzas físicas e intelectuales permanecerían inactivas. Si esa hubiera sido su condición normal en la Tierra, el hombre nunca habría salido del estado primitivo, y si de esa condición él hiciera su ley en la actualidad, no le quedaría otra cosa que vivir sin hacer nada. No pudo haber sido ese el pensamiento de Jesús, porque estaría en contradicción con lo que Él manifestó en otras oportunidades, e incluso con las leyes mismas de la naturaleza. Dios ha creado al hombre sin vestimenta ni abrigo, pero le ha dado la inteligencia para fabricarlos. Así pues, no debe verse en estas palabras más que una alegoría poética de la Providencia, que nunca abandona a los que depositan su confianza en ella, pero quiere que, por su parte, trabajen. Si no siempre presta un socorro material, inspira las ideas mediante las cuales encontramos los medios para que salgamos por nosotros mismos de la dificultad. Dios conoce nuestras necesidades, y las satisface según sea conveniente. Con todo, el hombre, insaciable en sus deseos, no siempre sabe contentarse con lo que tiene. Lo necesario no le alcanza, necesita lo superfluo. En ese caso, la Providencia lo deja librado a sí mismo. A menudo es desdichado por su propia culpa, y porque ignora la voz de su conciencia, que lo advierte. Así, Dios permite que el hombre sufra las consecuencias, a fin de que le sirvan de lección para el porvenir. 8. La tierra produce lo suficiente para alimentar a todos sus habitantes. Cuando los hombres sepan administrar los bienes que ella provee, según las leyes de justicia, de caridad y de amor al prójimo, y cuando la fraternidad reine entre los diversos pueblos, tanto como entre las provincias de un mismo país, lo momentáneamente superfluo de uno suplirá la insuficiencia momentánea de otro, y todos tendrán lo necesario. Entonces el rico se considerará como alguien que posee grandes cantidades de semillas. Si las siembra, producirán al céntuplo tanto para él como para los otros. Pero si se come esas semillas él solo, si desperdicia y deja que se pierda el excedente de lo que ha comido, no producirán, y no habrá lo suficiente para todos. Si las acumula en su granero, los gusanos las devorarán. Por eso dijo Jesús: No os hagáis tesoros en la Tierra, porque son perecederos; hacedlos en el Cielo, donde son eternos. En otros términos, no atribuyáis a los bienes materiales más importancia que a los espirituales, y sabed sacrificar a los primeros en favor de estos últimos. La caridad y la fraternidad no se decretan con leyes. Si no están en el corazón, el egoísmo las ahogará siempre. La tarea del espiritismo es hacer que penetren en él.