Capítulo 24 – No Pongáis la Lámpara Debajo del Celemín – Item 13 a 16

La valentía de la fe

13. “A todo aquel que me confiese y me reconozca ante los hombres, también yo lo reconoceré y lo confesaré ante mi Padre que está en los Cielos. Y al que me niegue ante los hombres, también yo lo negaré ante mi Padre que está en los Cielos.” (San Mateo, 10:32 y 33.) 14. “Si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras, el Hijo del hombre también se avergonzará de él, cuando venga en su gloria, en la de su Padre y en la de los santos ángeles.” (San Lucas, 9:26). 15. La valentía de opinar ha sido de gran estima entre los hombres, en todas las épocas, porque es un mérito desafiar los peligros, las persecuciones, las contrariedades e incluso simplemente el sarcasmo al que se expone, por lo general, quien no teme proclamar abiertamente ideas que no son las de la mayoría. En esto, como en todo, el mérito está en razón de las circunstancias y de la importancia del resultado. Siempre hay debilidad en quien retrocede ante las consecuencias de su opinión y reniega de ella. Con todo, hay casos en que se trata de una cobardía tan grande comola de huir en el momento del combate. Jesús resaltó esa cobardía desde el singular punto de vista de su doctrina, cuando dijo que si alguien se avergüenza de sus palabras, de ese también Él se avergonzará; que negará al que lo haya negado; que reconocerá ante su Padre que está en los Cielos, a aquel que lo confiese delante de los hombres. En otros términos: los que tengan miedo de confesarse discípulos de la verdad no son dignos de ser admitidos en el reino de la verdad. Estos perderán el beneficio de su fe, porque se trata de una fe egoísta, que guardan para sí mismos, y la ocultan a fin de que no les ocasione perjuicios en este mundo. En cambio, los que proclaman la verdad abiertamente y la colocan por encima de sus intereses materiales, se ocupan de su porvenir y, al mismo tiempo, del porvenir de los demás. 16. Así será con los adeptos del espiritismo. Puesto que la doctrina que profesan no es otra que el desarrollo y la aplicación de la doctrina del Evangelio, también a ellos están dirigidas las palabras de Cristo. Los espíritas siembran en la Tierra lo que habrán de cosechar en la vida espiritual. Allí recogerán los frutos de su valentía, o los de su debilidad.