Señor, Tú eres todo justicia. Por consiguiente, debo merecer la enfermedad que me has enviado, dado que nunca impones un sufrimiento sin que haya una causa. Me entrego, para mi curación, a tu infinita misericordia. Si fuera de tu agrado restituirme la salud, bendito sea tu santo nombre. En caso contrario, si debo sufrir más, bendito sea tu nombre también. Me someto sin quejas a tus divinos designios, porque todo lo que haces no puede tener otra finalidad que el bien de tus criaturas. Haz, ¡oh Dios mío!, que esta enfermedad sea para mí un aviso saludable, y me haga reflexionar acerca de mi conducta. La acepto como una expiación del pasado y como una prueba para mi fe y para mi sumisión a tu santa voluntad.