Capítulo 16 – No Se Puede Servir a Dios Y a Mamón – 9

INSTRUCCIONES DE LOS ESPÍRITUS

La verdadera propiedad

Al hombre sólo le pertenece exclusivamente aquello que puede llevarse de este mundo. Lo que encuentra cuando llega, al igual que lo que deja cuando parte, lo disfruta mientras permanece en la Tierra. No obstante, como está obligado a abandonarla, no tiene la posesión real de todos esos bienes, sino simplemente el usufructo. ¿Qué es lo que posee, entonces? Nada de lo que es para uso del cuerpo; todo lo que es para uso del alma: la inteligencia, los conocimientos, las cualidades morales. Eso es lo que trae y lo que se lleva consigo, lo que nadie puede arrebatarle, lo que le será de mayor utilidad en el otro mundo que en este. De él depende que sea más rico al partir que al llegar, porque de todo lo bueno que haya conquistado depende su posición futura. Cuando un hombre se marcha a un país lejano, arma su equipaje con los objetos que habrá de emplear en ese país, y deja los que le resultarían inútiles. Así pues, proceded del mismo modo en relación con la vida futura, y haced provisión de todo lo que allí os será necesario.Al viajero que llega a una posada se le ofrece buen alojamiento en el caso de que pueda pagarlo. Al de recursos más modestos, le corresponde uno menos agradable. En cuanto al que no tiene nada, irá a dormir sobre la paja. Eso mismo sucede con el hombre cuando llega al mundo de los Espíritus: su lugar en ese mundo está subordinado a sus recursos. Sin embargo, no habrá de pagarlo con oro. Nadie le preguntará: “¿Cuánto tenías en la Tierra?” “¿Qué posición ocupabas?” “¿Eras príncipe o artesano?” Sino que se le preguntará: “¿Qué traes contigo?” No se evaluarán sus bienes ni sus títulos, sino la suma de las virtudes que posea. Ahora bien, en ese aspecto, el artesano puede ser más rico que el príncipe. En vano el rico alegará que antes de partir de la Tierra pagó a precio de oro su ingreso al otro mundo. Le responderán: “Aquí no se compran los puestos, se conquistan mediante la práctica del bien. Con la moneda terrestre pudiste comprar campos, casas, palacios; pero aquí todo se paga con las cualidades del corazón. ¿Eres rico en esas cualidades? Sé bienvenido, y ve hacia uno de los lugares de la primera categoría, donde te esperan todas las felicidades. ¿Eres pobre en ellas? Ve a uno de los lugares de la última, donde serás tratado de acuerdo con tus recursos”. (Pascal. Ginebra, 1860.)