Capítulo 18 – Muchos Son Los Llamados, y Pocos Los Escogidos – 13 a 15

INSTRUCCIONES DE LOS ESPÍRITUS

Se dará al que tiene

13. Acercándose, los discípulos le dijeron: “¿Por qué les hablas en parábolas?”. Él respondió, y les dijo: “Porque a vosotros os ha sido dado conocer los misterios del reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque al que ya tiene, más se le dará y tendrá en abundancia; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no entienden ni comprenden. En ellos se cumple la profecía de Isaías, cuando dice: ‘Oiréis con vuestros oídos y nada entenderéis; miraréis con vuestros ojos y nada veréis’.” (San Mateo, 13:10 a 14.) 14. “Estad atentos a lo que oís; porque emplearán con vosotros la misma medida con que hayáis medido a los otros, y además se os añadirá; pues se dará al que ya tiene y, al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.” (San Marcos, 4:24 y 25.) 15. “Se da al que ya tiene y se quita al que no tiene.” Meditad acerca de estas grandes enseñanzas, que muchas veces os han resultado paradójicas. Aquel que recibió es el que posee el sentido de la palabra divina. Ha recibido simplemente porque procuró hacerse digno, y porque el Señor, en su amor misericordioso, estimula los esfuerzos que tienden al bien. Sostenidos, perseverantes, esos esfuerzos invocan la gracia del Señor: son como un imán que atrae hacia sí a lo más avanzado, la gracia abundante que os hace fuertes para escalar el monte santo, en cuya cúspide se encuentra el descanso después del trabajo.“Se quita al que no tiene o tiene poco.” Tomad eso como una antítesis figurada. Dios no quita a sus criaturas el bien que se ha dignado hacerles. ¡Hombres ciegos y sordos!, abrid vuestras inteligencias y vuestros corazones, mirad con el espíritu, escuchad con el alma, y no interpretéis de una manera tan groseramente injusta las palabras de Aquel que ha hecho resplandecer ante vosotros la justicia del Señor. No es Dios el que quita al que ha recibido poco; es el Espíritu mismo el que, pródigo e indolente, no sabe conservar lo que tiene, ni acrecentar, haciéndolo fecundo, el óbolo que ha caído en su corazón.El hijo que no cultiva el campo que su padre ha ganado con el trabajo, y que le ha dejado como herencia, ve cómo ese campo se cubre de malezas. ¿Acaso es su padre el que le quita las cosechas que él no ha querido preparar? Si por falta de cuidados ha dejado perder las semillas destinadas a producir en ese campo, ¿se debe acusar a su padre porque no han producido nada? No, no. En vez de acusar al que había preparado todo para beneficiarlo, en vez de criticar lo que le dio, que se queje de sí mismo, pues es el verdadero autor de sus miserias. Entonces, arrepentido y diligente, que se ponga a la obra con valor, que cultive el suelo ingrato con el esfuerzo de su voluntad, que lo labre a fondo con la ayuda del arrepentimiento y de la esperanza, que arroje en él con confianza la semilla que por su calidad ha escogido entre las demás, que la riegue con su amor y su caridad, y Dios, el Dios de amor y caridad, dará al que ya ha recibido. Entonces verá sus esfuerzos coronados por el éxito, y un grano producirá ciento y otro mil. ¡Valor, obreros! Empuñad vuestros rastrillos y vuestros arados; labrad vuestros corazones; arrancad de ellos la cizaña; sembrad la buena semilla que el Señor os confía, y el rocío del amor la hará producir frutos de caridad. (Un Espíritu amigo. Burdeos, 1862.)