Capítulo 19 – La Fe Transporta Montañas – 11

INSTRUCCIONES DE LOS ESPÍRITUS

La fe, madre de la esperanza y de la caridad

Para que sea fructífera, la fe debe ser activa; no puede aletargarse. Madre de todas las virtudes que conducen a Dios, le corresponde velar atentamente por el desarrollo de las hijas que engendró. La esperanza y la caridad son una consecuencia de la fe. Esas tres virtudes forman una trinidad inseparable. ¿Acaso no es la fe la que otorga la esperanza de ver que se cumplan las promesas del Señor? Porque si no tenéis fe, ¿qué habréis de esperar? ¿No es la fe la que otorga el amor? Porque si no tenéis fe, ¿cuál será vuestro mérito y, por consiguiente, vuestro amor?La fe, divina inspiración de Dios, despierta los nobles instintos que conducen al hombre hacia el bien. La fe es la base de la regeneración. Es imprescindible, por lo tanto, que esa base sea firme y duradera, porque si una mínima duda la hace vacilar, ¿qué será del edificio que construiréis encima de ella? Erigid, pues, ese edificio sobre cimientos inamovibles. Que vuestra fe sea más fuerte que los sofismas y las burlas de los incrédulos, porque la fe que no desafía al ridículo de los hombres no es una fe verdadera.La fe sincera es atrayente y contagiosa: se comunica a los que no la tenían, e incluso a los que no desearían tenerla, y encuentra palabras persuasivas que se dirigen al alma. En cambio, la fe aparente sólo emplea palabras ostentosas que dejan frío e indiferente a quien las escucha. Predicad con el ejemplo de vuestra fe para transmitirla a los hombres. Predicad con el ejemplo de vuestras obras para demostrarles el mérito de la fe. Predicad con vuestra esperanza inquebrantable para que vean la confianza que fortifica y que pone en condiciones de afrontar todas las vicisitudes de la vida.Tened fe, pues, con todo lo que ella tiene de hermoso y de bueno, con su pureza y su racionalidad. No admitáis la fe sin comprobación, hija ciega de la ceguera. Amad a Dios, pero sabed por qué lo amáis; creed en sus promesas, pero sabed por qué creéis en ellas. Seguid nuestros consejos, pero compenetrados del objetivo que os señalamos y de los medios que os ofrecemos para obtenerlos. Creed y esperad sin desfallecer: los milagros son obra de la fe. (José, Espíritu protector. Burdeos, 1862.)