Capítulo 20 – Los Obreros de la Última Hora – 2

INSTRUCCIONES DE LOS ESPÍRITUS

Los últimos serán los primeros

El obrero de la última hora tiene derecho al salario, pero es preciso que su buena voluntad lo haya mantenido a disposición del señor que habría de emplearlo, y que su retraso no fuera fruto de la pereza o de la mala voluntad. Tiene derecho al salario porque, desde el alba, esperaba con impaciencia al que finalmente lo convocaría al trabajo. Este obrero era laborioso, sólo le faltaba una tarea. Por el contrario, si hubiese rechazado el trabajo a cualquier hora del día; si hubiese dicho: “Tengamos paciencia, el reposo me es grato. Cuando suene la última hora será el momento de pensar en el salario de la jornada. ¡Qué necesidad tengo de tomarme molestias por un patrón al que no conozco ni estimo! Cuanto más tarde, mejor”. En ese caso, amigos míos, él no habría recibido el salario del obrero, sino el de la pereza.¡Qué diremos, pues, de aquel que, en vez de permanecer simplemente inactivo, empleó las horas destinadas al trabajo del día en cometer hechos reprensibles; que blasfemó contra Dios, derramó la sangre de sus hermanos, instaló la perturbación en las familias, causó la ruina de los hombres que confiaron en él, abusó de la inocencia; en suma, que se deleitó con todas las ignominias de la humanidad! ¿Qué será de él? ¿Le bastará con decir, en la última hora: “Señor, he empleado mal mi tiempo; contrátame hasta que concluya el día, de modo que haga algo de mi tarea, aunque sea poco, y entrégame el salario del trabajador de buena voluntad?” No, no; pues el Señor le dirá: “En este momento no tengo trabajo para ti. Desperdiciaste tu tiempo; olvidaste lo que habías aprendido; ahora ya no sabes trabajar en mi viña. Empieza otra vez el aprendizaje, y cuando estés mejor dispuesto, vuelve, y pondré mi vasto campo a tu disposición, y en él podrás trabajar a cualquier hora del día”.Buenos espíritas, queridos míos, todos vosotros sois trabajadores de la última hora. Muy orgulloso sería el que dijese: “Comencé la tarea al despuntar el día y no la concluiré hasta el anochecer”. Vosotros habéis venido cuando fuisteis convocados, más temprano o más tarde, para la encarnación cuya cadena arrastráis. ¡Pero han pasado siglos y siglos desde que el Señor os llamó a su viña, sin que quisierais entrar en ella! Ha llegado el momento de que recibáis el salario. Emplead convenientemente la hora que os queda, y nunca olvidéis que vuestra existencia, tan extensa que os parece, sólo es un momento fugitivo en la inmensidad de los tiempos que componen para vosotros la eternidad. (Constantino, Espíritu protector. Burdeos, 1863.)