Capítulo 20 – Los Obreros de la Última Hora – 3
Jesús apreciaba la sencillez de los símbolos. En su lenguaje vigoroso, los obreros llegados a la primera hora son los profetas, Moisés y todos los iniciadores que marcaron las etapas del progreso, etapas que se prolongaron a través de los siglos por obra de los apóstoles, los mártires, los padres de la Iglesia, los sabios, los filósofos y, finalmente, los espíritas. Estos, que llegaron en último término, fueron anunciados y predichos desde la aurora del advenimiento del Mesías, y recibirán la misma recompensa. ¡Qué digo!, recibirán una recompensa mayor. Últimos en llegar, los espíritas aprovechan los trabajos intelectuales de sus antecesores, porque el hombre debe heredar del hombre, y porque sus trabajos, tanto como los resultados, son colectivos: Dios bendice la solidaridad. Por otra parte, muchos de esos antecesores vuelven a vivir hoy, o vivirán otra vez mañana, a fin de concluir la obra que comenzaron en el pasado. Más de un patriarca, más de un profeta, más de un discípulo de Cristo, más de un propagador de la fe cristiana, se encuentran entre ellos, aunque más esclarecidos, con más adelanto, y trabajan ya no en la base sino en el coronamiento del edificio. Su salario será, por consiguiente, proporcional al mérito de la obra.La reencarnación, ese bello dogma, eterniza y define la filiación espiritual. El Espíritu, llamado a rendir cuentas de su mandato terrenal, comprende la continuidad de la tarea interrumpida, pero siempre reiniciada. Ve, siente que ha tomado del aire el pensamiento de quienes lo precedieron. Vuelve a entrar en la lid, con la madurez de la experiencia, para avanzar aún más. Y todos, tanto los obreros de la primera hora como los de la última, conscientes de la profunda justicia de Dios, ya no se quejan: lo adoran.Ese es uno de los verdaderos sentidos de esta parábola, que contiene, como todas las que Jesús dirigió al pueblo, el germen del porvenir; y constituye también, bajo todas las formas, bajo todas las alegorías, la revelación de esa magnífica unidad que armoniza todos los elementos del universo, de esa solidaridad que vincula a los seres del presente con el pasado y el porvenir. (Henri Heine. París, 1863.)