Capítulo 20 – Los Obreros de la Última Hora – 4

Misión de los espíritas

¿No oís ya el rugido de la tempestad que habrá de arrasar al viejo mundo y que sepultará en la nada el conjunto de las iniquidades terrenales? ¡Ah! bendecid al Señor, vosotros, los que habéis depositado vuestra fe en su soberana justicia, y que, como nuevos apóstoles de la creencia revelada por las voces proféticas superiores, vais a predicar el nuevo dogma de la reencarnación y de la elevación de los Espíritus, según hayan cumplido, bien o mal, sus respectivas misiones, así como soportado sus pruebas terrenales.¡Ya no temáis! Las lenguas de fuego están sobre vuestras cabezas. ¡Auténticos adeptos del espiritismo, sois los elegidos de Dios! Id y predicad la palabra divina. Ha llegado la hora en que debéis sacrificar, para su propagación, vuestras costumbres, vuestro trabajo y vuestras actividades fútiles. Id y predicad: los Espíritus de lo Alto están con vosotros. Por cierto, hablaréis a personas que no querrán escuchar la voz de Dios, porque esa voz las incita sin cesar a la abnegación. Predicaréis el desinterés a los avaros, la abstinencia a los disolutos, la mansedumbre a los tiranos domésticos, como también a los déspotas. Palabras perdidas, lo sé. Pero ¡qué importa! Es preciso que reguéis con vuestro sudor el terreno que habréis de sembrar, porque no fructificará ni producirá más que con los esfuerzos reiterados de la azada y el arado del Evangelio. ¡Id y predicad!Así es, vosotros, hombres de buena fe, convencidos de vuestra inferioridad en relación con los mundos diseminados en el infinito, enrolaos en la cruzada contra la injusticia y la iniquidad. Id y derribad el culto del becerro de oro, cada día más invasor. ¡Avanzad, Dios os conduce! Hombres simples e ignorantes, vuestras lenguas se desatarán, y hablaréis como ningún orador lo hace. Id y predicad, que las poblaciones atentas recogerán felices vuestras palabras de consuelo, fraternidad, esperanza y paz.¡Qué importan las emboscadas que os tenderán en el camino! Sólo los lobos caen en las trampas para lobos, porque el pastor sabrá defender sus ovejas de los carniceros que pretendan sacrificarlas.Hombres valerosos, id delante de Dios, pues, más dichosos que santo Tomás, creéis sin pedir ver, y aceptáis los hechos de la mediumnidad aunque no hayáis podido obtenerlos mediante vosotros mismos. Id, el Espíritu de Dios os conduce.¡Marcha, pues, hacia adelante, falange imponente por tu fe! Los numerosos batallones de los incrédulos se Lo s obr er o s de La úLt i m a hor a371dispersarán ante ti, como la niebla de la mañana ante los primeros rayos del sol naciente.La fe es la virtud que transportará montañas, dijo Jesús. No obstante, más pesados que las más pesadas montañas, están depositados en el corazón de los hombres la impureza y todos los vicios derivados de ella. Partid, pues, con valor, a fin remover esa montaña de iniquidades que las generaciones futuras sólo llegarán a conocer como una leyenda, del mismo modo que vosotros conocéis imperfectamente el período que precedió a la civilización pagana.En efecto, las perturbaciones morales y filosóficas van a estallar en todos los puntos del globo. Se acerca la hora en que la luz divina aparecerá en los dos mundos.13Id, pues. Llevad la palabra divina: a los grandes, que la desdeñarán; a los científicos, que exigirán pruebas; a los pequeños y a los sencillos, que la aceptarán, porque entre los mártires del trabajo, en esta expiación terrenal, encontraréis el fervor y la fe. Id, pues ellos recibirán con cánticos de gratitud y alabanza a Dios el sagrado consuelo que les llevaréis, e inclinarán su frente en agradecimiento al Creador por la porción que les toca en relación con las miserias de la Tierra.¡Que vuestra falange se arme con decisión y valor! ¡Manos a la obra! El arado está preparado y la tierra espera: es necesario que trabajéis.Id y agradeced a Dios la gloriosa tarea que os ha confiado. No obstante, tened presente que, entre los llamados al espiritismo, muchos se han desviado. Estad atentos a vuestra ruta, y tomad el camino de la verdad.