Capítulo 21 – Habrá Falsos Cristos y Falsos Profetas – 5

Prodigios de los falsos profetas

“Surgirán falsos Cristos y falsos profetas, que harán grandes prodigios y cosas sorprendentes, para engañar incluso a los elegidos.” Estas palabras encierran el verdadero sentido de la palabra prodigio. En la acepción teológica, tanto los prodigios como los milagros son fenómenos excepcionales, que se hallan fuera de las leyes de la naturaleza. Ahora bien, dado que las leyes de la naturaleza son obra exclusiva de Dios, no cabe duda de que Él puede derogarlas, si eso le place. No obstante, el simple buen sentido dice que no es posible que Dios haya conferido a seres inferiores y perversos un poder igual al suyo, y menos aún el derecho de que desbaraten lo que Él ha hecho. No es posible que Jesús haya consagrado semejante principio. Si, pues, según el sentido que se atribuye a esas palabras, el Espíritu del mal tuviera el poder de hacer prodigios tales que hasta los elegidos fueran engañados, el resultado sería que, dado que se puede hacer lo que Dios hace, los prodigios y los milagros no son privilegio exclusivo de los enviados de Dios, y nada prueban, puesto que nada distingue los milagros de los santos de los milagros del demonio. Por consiguiente, es preciso buscar un sentido más racional a esas palabras.Conforme a la opinión del vulgo ignorante, todo fenómeno cuya causa no se conoce pasa por sobrenatural, maravilloso y milagroso. Una vez conocida la causa, se reconoce que el fenómeno, por extraordinario que parezca, no es otra cosa que la aplicación de una ley de la naturaleza. De ese modo, el ámbito de los hechos sobrenaturales se estrecha a medida que se ensancha el de la ciencia. En todas las épocas hubo hombres que explotaron, en provecho de su ambición, de su interés y de su anhelo de dominación, ciertos conocimientos que poseían, con la finalidad de conquistar el prestigio de un supuesto poder sobrehumano, o de una pretendida misión divina. Esos son los falsos Cristos y los falsos profetas. No obstante, la difusión de los conocimientos arruina su crédito, razón por la cual su número disminuye a medida que los hombres se ilustran. El hecho de obrar fenómenos que en presencia de ciertas personas pasan por prodigios, no es, pues, la señal de una misión divina, puesto que puede ser el resultado de los conocimientos que cada uno está en condiciones de adquirir, o de facultades orgánicas especiales, que el más indigno puede poseer tanto como el más digno. El verdadero profeta se reconoce por características más formales, y de carácter exclusivamente moral.