Capítulo 21 – Habrá Falsos Cristos y Falsos Profetas – 8

INSTRUCCIONES DE LOS ESPÍRITUS

Los falsos profetas

Si alguno os dijera: “Aquí está Cristo”, no vayáis. Por el contrario, manteneos en guardia, porque los falsos profetas son numerosos. ¿Acaso no veis que las hojas de la higuera comienzan a blanquearse? ¿No veis sus abundantes brotes en espera de la época de la floración? ¿No os ha dicho Cristo que por el fruto se conoce al árbol? Por consiguiente, si los frutos son ácidos, juzgad que el árbol es malo. Pero si son dulces y saludables, decid: “Nada que sea puro puede tener un origen malo”.Es así, hermanos míos, como debéis juzgar. Tenéis que evaluar las obras. Tenéis que observar si los que dicen que se hallan investidos del poder divino están acompañados por todas las señales de esa misión, es decir, si poseen en el más alto grado las virtudes cristianas y eternas: la caridad, el amor, la indulgencia, la bondad que concilia los corazones; si suman los actos como apoyo para sus palabras. Sólo en ese caso podréis decir: “Estos son verdaderos enviados de Dios”.Pero desconfiad de las palabras rebuscadas, desconfiad de los escribas y los fariseos que oran en las plazas públicas vestidos con largas túnicas. ¡Desconfiad de aquellos que pretenden ejercer el monopolio de la verdad!No, no, Cristo no está entre ellos, porque los que Él envía para propagar su santa doctrina y regenerar a su pueblo serán, por sobre todo, a ejemplo de su Maestro, mansos y humildes de corazón; serán los que habrán de salvar a la humanidad con sus ejemplos y sus consejos, a fin de impedir que esta corra hacia su perdición o deambule por sendas tortuosas; serán esencialmente modestos y humildes. Huid de todo lo que revele un átomo de orgullo, como si os escaparais de una enfermedad contagiosa que corrompe todo lo que toca. Recordad que cada criatura lleva en la frente, pero especialmente en sus actos, el sello de su grandeza o de su decadencia. Avanzad, pues, amados hijos. Marchad sin ardides maliciosos, sin segundas intenciones, por la bendita senda que habéis emprendido. Avanzad, avanzad siempre sin temor. Apartad con valor todo lo que pudiera obstaculizar vuestra marcha en dirección al objetivo eterno. Viajeros, no permaneceréis por mucho tiempo en las tinieblas, en medio de los padecimientos de las pruebas, si abrís vuestro corazón a esa mansa doctrina que viene a revelaros las leyes eternas y a satisfacer todas las aspiraciones de vuestra alma en relación con lo desconocido. De ahora en adelante podéis atribuir un cuerpo a esos silfos etéreos que veis pasar en vuestros sueños y que, efímeros, encantaban a vuestro espíritu pero nada decían a vuestro corazón. Ahora, amados míos, la muerte ha desaparecido para dar lugar al ángel radiante que conocéis: ¡el ángel del reencuentro y de la reunión! Ahora, vosotros, los que habéis cumplido satisfactoriamente la tarea que os encomendó el Creador, nada tenéis que temer de su justicia, porque Él es padre y perdona sin excepciones a sus hijos extraviados que imploran misericordia. Proseguid, pues; avanzad sin cesar. Sea vuestra divisa el progreso, el progreso ininterrumpido en todos los aspectos, hasta que lleguéis por fin a la dichosa culminación, donde os aguardan los que os han precedido. (Luis. Burdeos, 1861.)