Capítulo 22 – No Separéis lo que Dios Ha Unido – 2
Sólo lo que viene de Dios es inmutable. Lo que es obra de los hombres está sujeto a cambios. Las leyes de la naturaleza son las mismas en todos los tiempos y en todos los lugares. Las leyes humanas varían según las épocas, los países y el progreso de la inteligencia. En el matrimonio, lo que pertenece al orden divino es la unión de los sexos, a fin de que se produzca la sustitución de los seres que mueren. Con todo, las condiciones que regulan esa unión son a tal punto humanas, que no hay en todo el mundo, ni aun en la cristiandad, dos países donde sean absolutamente las mismas, y ninguno donde no hayan sufrido cambios con el paso del tiempo. De ahí resulta que, para la ley civil, lo que es legítimo en un país y en una época determinados, constituye adulterio en otro país y en otra época. Eso se debe a que el objetivo de la ley civil es regular los intereses de la familia, y esos intereses varían según las costumbres y las necesidades locales. Así, por ejemplo, en ciertos países, el único matrimonio legítimo es el religioso; en otros, es necesario, además, el matrimonio civil; en otros, por último, el matrimonio civil es suficiente.