Capítulo 22 – No Separéis lo que Dios Ha Unido – 4
Así pues, ¿será superflua la ley civil? ¿Tendremos que volver a los matrimonios según la naturaleza? Por cierto que no. El objetivo de la ley civil es regular los vínculos sociales y los intereses de las familias, de acuerdo con las exigencias de la civilización. Por eso es útil e imprescindible, aunque variable. La ley civil debe ser previsora, porque el hombre civilizado no puede vivir como el salvaje. No obstante, nada, absolutamente nada, se opone a que esa ley sea el corolario de la ley de Dios. Los obstáculos para el cumplimiento de la ley divina derivan de los prejuicios y no de la ley civil. Esos prejuicios, aunque todavía están vigentes, ya han perdido en gran medida su predominio en el seno de los pueblos ilustrados, y desaparecerán con el progreso moral, que abrirá finalmente los ojos de los hombres en relación con los innumerables males, las faltas, e incluso los crímenes, que son la consecuencia de las uniones que se conforman teniendo en cuenta exclusivamente los intereses materiales. Llegará el día en que el hombre se preguntará qué es más humano, más caritativo y más moral: si mantener unidos a dos seres que no pueden vivir juntos, o devolverles la libertad; y si la perspectiva de una cadena indisoluble no aumenta el número de uniones irregulares.