Capítulo 26 – Dad de Gracia lo que de Gracia Recibisteis – 7 a 8

Mediumnidad gratuita

7. Los médiums modernos –pues los apóstoles también tenían mediumnidad– han recibido asimismo de Dios un don gratuito: el de ser los intérpretes de los Espíritus, para instruir a los hombres, mostrarles el camino del bien y conducirlos a la fe, y no para venderles palabras que no les pertenecen, dado que estas no son el fruto de sus concepciones o investigaciones, ni de su trabajo personal. Dios quiere que la luz llegue a todos. No está en sus propósitos que el más pobre quede desheredado y llegue a decir: “No tuve fe porque no he podido pagarla; no tuve el consuelo de recibir el estímulo y los testimonios de afecto de aquellos a quienes lloro, porque soy pobre”. Por esa razón la mediumnidad no es un privilegio, sino que se la encuentra en todas partes. Cobrar por ella sería, pues, desviarla de su objetivo providencial. 8. Quien conoce las condiciones mediante las cuales se comunican los Espíritus buenos, así como la repulsión que estos experimentan por todo lo que constituye un interés egoísta, y que sabe cuán poco se necesita para alejarlos, nunca admitirá que los Espíritus superiores se encuentren a disposición del primero que se presente y los convoque, poniendo un precio a la sesión. El buen sentido simplemente rechaza una idea semejante. ¿Acaso no sería también una profanación evocar por dinero a los seres que respetamos o que nos son queridos? No cabe duda de que así se pueden obtener manifestaciones; pero ¿quién podría garantizar su sinceridad? Los Espíritus frívolos, mentirosos, traviesos, y la turba de Espíritus inferiores, de pocos escrúpulos, acuden siempre, y están dispuestos a responder lo que se les pregunte, sin que les preocupe la verdad. Por lo tanto, quien desee comunicaciones serias, debe en primer término solicitarlas con seriedad, y después interiorizarse acerca de la naturaleza de las simpatías del médium con los seres del mundo espiritual. Ahora bien, la primera condición para conquistar la benevolencia de los Espíritus buenos es la humildad, la devoción, la abnegación y el más absoluto desinterés, tanto moral como material.