A los ángeles de la guarda y a los Espíritus protectores
Espíritus sabios y benevolentes, mensajeros de Dios, cuya misión consiste en prestar asistencia a los hombres y conducirlos por el camino del bien, sostenedme en las pruebas de esta vida, y dadme fuerzas para soportarlas sin quejarme. Apartad de mí los malos pensamientos y contribuid a que no dé acceso a ninguno de los Espíritus malos que intentan inducirme al mal. Iluminad mi conciencia para que pueda ver mis defectos, y quitad de mis ojos el velo del orgullo, pues me impediría que los viera y me los confesara a mí mismo. A ti, sobre todo, mi hermano, mi ángel de la guarda, que muy especialmente velas sobre mí, y a vosotros, Espíritus protectores, que os interesáis por mí, permitid que llegue a ser digno de vuestra benevolencia. Conocéis mis necesidades: haced que sean satisfechas según la voluntad de Dios. Dios mío, permite que los Espíritus buenos que me rodean acudan en mi auxilio cuando esté en dificultades, y que me sostengan si vacilo. Haced, Señor, que me inspiren la fe, la esperanza y la caridad; que sean para mí un apoyo, una promesa y una prueba de tu misericordia. Haz, en definitiva, que encuentre en ellos la fuerza que me falta para sobrellevar las pruebas de la vida, así como, para resistir a las sugestiones del mal, la fe que salva y el amor que consuela.