Acto de sumisión y de resignación
Dios mío, eres soberanamente justo. Todo sufrimiento en la Tierra debe, pues, tener su causa y su utilidad. Acepto la aflicción que acabo de experimentar, como una expiación de mis faltas pasadas y como una prueba para el porvenir. Espíritus buenos que me protegéis, dadme fuerza para soportarla sin quejarme. Haced que para mí sea una advertencia saludable; haced que permita aumentar mi experiencia; que derrote en mí el orgullo, la ambición, la necia vanidad y el egoísmo, y que contribuya de ese modo a mi adelanto. Siento, ¡oh Dios mío!, la necesidad de rogarte que me des fuerza para sobrellevar las pruebas que has tenido a bien enviarme. Permite que la luz sea suficientemente intensa en mi espíritu, a fin de que aprecie la magnitud de un amor que me hace sufrir porque quiere mi salvación. Me someto con resignación, ¡oh Dios mío! Pero, por desgracia, la criatura humana es tan débil, que temo desfallecer si no me sostienes. No me abandones, Señor, porque sin ti nada puedo.