Para las almas que sufren y piden oraciones
Dios clemente y misericordioso, que tu bondad se extienda sobre todos los Espíritus que se encomiendan a nuestras oraciones, y particularmente sobre el alma de nuestro hermano. Espíritus buenos, cuya única ocupación es hacer el bien, interceded conmigo a favor del alivio de todos ellos. Haced que resplandezca ante sus ojos un rayo de esperanza, y que la divina luz los ilumine y les haga ver las imperfecciones que los mantienen alejados de la morada de los bienaventurados. Abrid sus corazones al arrepentimiento y al deseo de purificarse, a fin de acelerar su adelanto. Hacedles comprender que mediante sus esfuerzos pueden abreviar la duración de sus pruebas. ¡Que Dios, en su bondad, les dé fuerza para que perseveren en sus buenas resoluciones! Puedan estas palabras benévolas mitigar sus penas, y mostrarles que en la Tierra hay seres que se compadecen de ellos y desean su felicidad. Te suplicamos, Señor, que derrames las gracias de tu amor y tu misericordia sobre todos los que sufren, sea en el espacio como Espíritus errantes, o entre nosotros como Espíritus encarnados. Ten compasión de nuestras debilidades. Tú nos has hecho falibles, pero nos diste la fuerza para resistir al mal y vencerlo. Que tu misericordia se extienda sobre todos los que no han sido capaces de resistir sus malas inclinaciones y aún se dejan arrastrar por malos caminos. Que vuestros Espíritus buenos los acompañen; que tu luz resplandezca ante sus ojos y que, atraídos por su calor vivificante, acudan a postrarse a tus pies, humildes, arrepentidos y sumisos. Nosotros también te rogamos, Padre de misericordia, por aquellos hermanos nuestros que no han tenido fuerza para sobrellevar las pruebas terrenales. Tú nos diste una carga para llevar, Señor, y debemos depositarla a tus pies. Con todo, grande es nuestra debilidad, y a veces nos falta valor durante el camino. Ten piedad de esos servidores indolentes que han abandonado la obra antes de la hora establecida. Que tu justicia los perdone, y permite que tus Espíritus buenos les lleven alivio, consuelo y esperanza en el porvenir. La perspectiva del perdón fortifica el alma. Muéstrala, Señor, a los culpables que están desesperados. Entonces, sustentados por esa esperanza, extraerán fuerza incluso de la magnitud de sus faltas y de sus padecimientos, a fin de rescatar su pasado y prepararse para la conquista del porvenir.