Para un suicida
Sabemos, ¡oh Dios mío!, cuál es la suerte reservada a los que violan tus leyes cuando abrevian voluntariamente sus días. Pero también sabemos que tu misericordia es infinita. Dígnate entonces derramarla sobre el alma de nuestro hermano ¡Que nuestras oraciones y tu conmiseración alivien la amargura de los padecimientos que experimenta, por no haber tenido el valor de esperar la finalización de sus pruebas! Espíritus buenos, que tenéis la misión de asistir a los desdichados, tomadlo bajo vuestra protección, inspiradle arrepentimiento por la falta que ha cometido, y que vuestra asistencia le dé fuerza para sobrellevar con más resignación las nuevas pruebas por las que deberá pasar para repararla. Apartad de él a los Espíritus malos, que podrían impulsarlo nuevamente al mal y prolongarían sus padecimientos, al hacerle perder el fruto de sus pruebas futuras. En cuanto a ti, nuestro hermano, cuya desgracia es motivo de nuestras oraciones, ¡que nuestra conmiseración endulce tus amarguras y haga nacer en ti la esperanza de un futuro mejor! Ese futuro está en tus manos. Confía en la bondad de Dios, que ampara a todos los que se arrepienten y sólo rechaza a los corazones empecinados en el mal.