Para los Espíritus empecinados en el mal
Señor, dígnate posar tu mirada bondadosa sobre los Espíritus imperfectos, que aún permanecen en las tinieblas de la ignorancia y no te conocen, particularmente sobre el Espíritu de nuestro hermano. Espíritus buenos, ayudadnos a que le hagamos comprender que si induce a los hombres al mal, por medio de la obsesión y los tormentos que les ocasiona, prolonga sus propios padecimientos. Haced que el ejemplo de la felicidad de que vosotros gozáis sea un estímulo para él. Por tu parte, Espíritu de nuestro hermano, que aún te complaces en el mal, ven a escuchar la oración que hacemos por ti. Con ella te emostraremos que deseamos hacerte bien, aunque tú hagas el mal. Eres desdichado, pues no se puede ser feliz cuando se practica el mal. ¿Por qué, pues, sigues penando, cuando de ti depende evitarlo? Observa a los Espíritus buenos que te rodean; mira cuán felices son. ¿No sería más grato para ti gozar de la misma felicidad? Dirás que eso te resulta imposible. Pero nada hay imposible para el que tiene voluntad, pues Dios te ha dado, al igual que a todas sus criaturas, la libertad de elegir entre el bien y el mal, es decir, entre la felicidad y la desdicha, y nadie está condenado a ser malvado. Así como tienes voluntad para hacer el mal, también puedes tenerla para hacer el bien y ser feliz. Vuelve tu mirada hacia Dios. Elévate por un instante hacia Él mediante el pensamiento, y un rayo de su divina luz te iluminará. Di con nosotros estas simples palabras: Dios mío, me arrepiento, perdóname. Trata de arrepentirte y de hacer el bien, en vez de hacer el mal, y verás cómo de inmediato su misericordia descenderá hasta ti, y un bienestar indescriptible reemplazará a la angustia que experimentas.  Cuando hayas dado un paso en el camino del bien, el resto de su extensión será fácil de recorrer. Entonces comprenderás cuánto tiempo de felicidad has desperdiciado por tu culpa. No obstante, un porvenir radiante y pleno de esperanza se desplegará ante ti y hará que olvides tu miserable pasado, caracterizado por la perturbación y los tormentos morales que, si duraran eternamente, te parecerían el infierno. Llegará el día en que esos tormentos serán de tal intensidad que querrás hacerlos cesar a cualquier precio. No obstante, cuanto más te demores, tanto más difícil te resultará conseguirlo. No creas que habrás de permanecer siempre en el estado en que te encuentras. No, eso es imposible. Tienes ante ti dos perspectivas: la una, sufrir mucho más de lo que has sufrido hasta ahora; la otra, ser feliz como los Espíritus buenos que te rodean. La primera será inevitable si persistes en tu obstinación. Un simple esfuerzo de tu voluntad alcanzará para sacarte de la dificultad en que te encuentras. Date prisa, pues, porque cada día de demora es un día perdido para tu felicidad. Espíritus buenos, haced que estas palabras encuentren acceso en esa alma todavía atrasada, a fin de que la ayuden a acercarse a Dios. Os lo suplicamos en el nombre de Jesucristo, que tan grande poder tenía sobre los Espíritus malos.