Capítulo 5 – Bienaventurados los Afligidos – 10
Los Espíritus sólo pueden aspirar a la perfecta felicidad cuando son puros: toda mancha les impide el ingreso en los mundos dichosos. Son como los pasajeros de una nave afectada por la peste, a los que les está prohibido entrar en una ciudad hasta que se hayan curado. Los Espíritus se despojan poco a poco de sus imperfecciones en las diversas existencias corporales. Las pruebas de la vida contribuyen a su adelanto cuando se sobrellevan bien. En calidad de expiaciones, borran las faltas y purifican. Son como el remedio que limpia las llagas y cura al enfermo. Cuanto más grave es el mal, tanto más enérgico debe ser el remedio. Por consiguiente, el que sufre mucho debe reconocer que tenía mucho que expiar, y alegrarse de que pronto estará curado. Depende de él, por medio de su resignación, hacer que ese sufrimiento sea productivo, y no perder el fruto con sus quejas, pues de lo contrario tendrá que volver a empezar.