Capítulo 5 – Bienaventurados los Afligidos – 30
30. Si un hombre se expone a un peligro inminente para salvar la vida de uno de sus semejantes, sabiendo por anticipado que eso le costará la muerte, ¿puede ese acto considerarse un suicidio? Desde el momento en que no existe la intención de buscar la muerte, no hay suicidio, sino sacrificio y abnegación, aunque se tenga la certeza de perecer. Pero ¿quién puede tener esa certeza? ¿Quién podrá asegurar que la Providencia no reserva un medio inesperado de salvación para el momento más crítico? ¿Acaso no podría ella salvar incluso a alguien que esté frente a la boca de un cañón? Muchas veces la Providencia quiere llevar la prueba de la resignación hasta su límite extremo, y entonces una circunstancia inesperada desvía el golpe fatal. (San Luis. París, 1860.)