Capítulo 6 – El Cristo Consolador – 3 a 4
3. “Si me amáis, guardad mis mandamientos; y yo rogaré a mi Padre y Él os enviará otro consolador, para que permanezca eternamente con vosotros: El Espíritu de Verdad, al que el mundo no puede recibir, porque no lo ve, ni lo conoce. Pero vosotros lo conoceréis, porque morará con vosotros, y estará en vosotros. Pero el consolador, que es el Santo Espíritu, que mi Padre enviará en mi nombre, os enseñará todas las cosas, y os hará recordar todo lo que yo os he dicho.” (San Juan, 14:15 a 17 y 26.) 4. Jesús promete otro consolador: el Espíritu de Verdad, al que el mundo no conoce aún, porque no tiene la suficiente madurez para comprenderlo; el consolador al que el Padre enviará para enseñar todas las cosas y para recordar lo que Cristo ha dicho. Por consiguiente, si el Espíritu de Verdad debía venir más tarde a enseñar todas las cosas, es porque Cristo no lo dijo todo; y si viene a recordar lo que Cristo dijo, es porque su enseñanza ha sido olvidada o mal comprendida.El espiritismo viene, en el tiempo señalado, a cumplir la promesa de Cristo: el Espíritu de Verdad preside su establecimiento. Convoca a los hombres a la observancia de la ley; enseña todas las cosas haciendo comprender lo que Cristo sólo dijo mediante parábolas. Cristo dijo: “Que oigan los que tienen oídos para oír”. El espiritismo viene a abrir los ojos y los oídos, porque habla sin figuras ni alegorías. Levanta el velo que intencionalmente había sido lanzado sobre ciertos misterios. Viene, en definitiva, a traer un consuelo supremo a los desheredados de la Tierra y a los que sufren, atribuyendo una causa justa y un objetivo útil a todos los dolores.Cristo dijo: “Bienaventurados los afligidos, porque serán consolados”. Pero ¿cómo puede alguien sentirse feliz de sufrir, si no sabe por qué sufre? El espiritismo enseña que la causa de los padecimientos se encuentra en las existencias anteriores y en el destino de la Tierra, donde el hombre expía su pasado. También enseña el objetivo de los padecimientos, pues explica que son como las crisis saludables que conducen a la curación, y que constituyen un medio de purificación que garantiza la felicidad en las existencias futuras. El hombre comprende que ha merecido sufrir, y el sufrimiento le parece justo. Sabe que ese sufrimiento contribuye a su adelanto, y lo acepta sin quejarse, así como el obrero acepta el trabajo que habrá de asegurar su salario. El espiritismo le infunde una fe inquebrantable en el porvenir, y la duda punzante ya no invade su alma. Como el espiritismo le hace ver las cosas desde lo alto, la importancia de las vicisitudes terrenales se pierde en el vasto y espléndido horizonte que le devela, y la perspectiva de la felicidad que lo espera le confiere la paciencia, la resignación y el valor necesarios para avanzar hasta el final del camino.De este modo, el espiritismo realiza lo que Jesús dijo acerca del consolador prometido: el conocimiento de las cosas, que hace que el hombre sepa de dónde viene, hacia dónde va y por qué está en la Tierra; una convocatoria a los verdaderos principios de la ley de Dios, y el consuelo mediante la fe y la esperanza.