Capítulo 6 – El Cristo Consolador – 7
Soy el gran médico de las almas, y vengo a traeros el remedio que habrá de curarlas. Los débiles, los que sufren y los enfermos son mis hijos predilectos, y vengo a salvarlos. Venid, pues, a mí, todos los que sufrís y estáis cargados, y seréis aliviados y consolados. No busquéis en otra parte la fuerza y el consuelo, porque el mundo es impotente para daros esas cosas. Por medio del espiritismo, Dios hace un supremo llamamiento a vuestros corazones. Escuchadlo. Que la impiedad, la mentira, el error y la incredulidad sean extirpados de vuestras almas doloridas. Son monstruos que absorben vuestra más pura sangre, y os abren llagas casi siempre mortales. Que en el futuro, humildes y sumisos al Creador, practiquéis su ley divina. Amad y orad. Sed dóciles a los Espíritus del Señor. Invocadlo desde el fondo de vuestros corazones. Entonces, Él os enviará a su Hijo bienamado para instruiros y deciros estas buenas palabras: “Aquí estoy; vengo a vosotros porque me habéis llamado”. (El Espíritu de Verdad. Burdeos, 1861.)