Capítulo 8 – Bienaventurados los Limpios de Corazón – 13 a 15
13. Es preciso que haya escándalo en el mundo, dijo Jesús, porque los hombres, a causa de su imperfección, se inclinan a practicar el mal, y porque los malos árboles dan frutos malos. Se debe entender, pues, por esas palabras, que el mal es una consecuencia de la imperfección de los hombres, y no que tengan ellos la obligación de practicarlo. 14. Es necesario que venga el escándalo, porque como los hombres se encuentran en expiación en la Tierra, se castigan a sí mismos al mantenerse en contacto con sus vicios, cuyas primeras víctimas son ellos mismos, y cuyos inconvenientes terminan por comprender. Cuando se hayan cansado de sufrir por causa del mal, buscarán el remedio en el bien. Por consiguiente, la reacción de esos vicios sirve, al mismo tiempo, de castigo para unos y de prueba para otros. De ese modo Dios hace que el bien surja del mal, y los propios hombres aprovechan las cosas malas o sin valor. 15. Si es así, se dirá, el mal es necesario y durará para siempre; porque si desapareciera, Dios estaría privado de un poderoso medio para castigar a los culpables. Así pues, es inútil tratar de mejorar a los hombres. A eso respondemos que, si ya no hubiese culpables, tampoco habría necesidad de castigos. Supongamos que la humanidad se transforme y llegue a estar constituida por hombres de bien: nadie pensará en hacer mal al prójimo, y todos estarán felices, porque serán buenos. Ese es el estado de los mundos adelantados, de los que el mal ha sido excluido. Y ese llegará a ser el de la Tierra, cuando haya progresado lo suficiente. Con todo, mientras ciertos mundos adelantan, otros se forman, habitados por Espíritus primitivos; mundos que, además, sirven de habitación, de exilio y de lugar de expiación para los Espíritus imperfectos, rebeldes y obstinados en el mal, que son expulsados de los mundos que han llegado a ser felices.