Capítulo 8 – Bienaventurados los Limpios de Corazón – 18

INSTRUCCIONES DE LOS ESPÍRITUS

Dejad que los niños vengan a mí

18. Cristo dijo: “Dejad que los niños vengan a mí”. Estas palabras, profundas pese a su sencillez, no contenían una simple convocatoria dirigida a los niños, sino a las almas que gravitan en las regiones inferiores, donde la desdicha no sabe nada acerca de la esperanza. Jesús llamaba hacia Él a la infancia intelectual de la criatura formada: a los débiles, a los esclavizados, a los viciosos. No podía enseñar nada a la infancia física, prisionera de la materia, sometida al yugo del instinto, que aún no estaba integrada en el orden superior de la razón y de la voluntad, que se ejercen en función de ella y para ella.Jesús quería que los hombres se acercaran a Él con la misma confianza de esos pequeños seres de pasos vacilantes, cuya convocatoria atrae hacia Él al corazón de las mujeres, porque todas son madres. De ese modo, sometía a las almas a su tierna y misteriosa autoridad. Jesús fue la antorcha que disipa las tinieblas, el clarín de la mañana que toca a despertar. Fue el iniciador del espiritismo, que debe a su vez atraer hacia Él, no a los niños, sino a los hombres de buena voluntad. La acción viril ha comenzado. Ya no se trata de creer instintivamente, ni de obedecer en forma maquinal; es preciso que el hombre siga la ley inteligente, que le es revelada en su universalidad.Amados míos, han llegado los tiempos en que, explicados, los errores se convertirán en verdades. Nosotros os enseñaremos el sentido exacto de las parábolas, y os mostraremos la correlación poderosa que existe entre lo que fue y lo que es. En verdad os digo: la manifestación espírita se amplía en el horizonte, y aquí está su enviado, que habrá de resplandecer como el sol en la cima de los montes. (Juan Evangelista. París, 1863.)