Capítulo 8 – Bienaventurados los Limpios de Corazón – 21
Cuando una aflicción no es la consecuencia de los actos de la vida presente, es preciso buscar su causa en una vida anterior. Lo que se denomina caprichos de la suerte, no son otra cosa que los efectos de la justicia de Dios. Él no aplica castigos arbitrarios, pues quiere que la pena siempre esté en correlación con la falta. Si bien, en su bondad, ha echado un velo sobre nuestros actos pasados, por otro lado nos muestra el camino, cuando nos dice: “El que ha herido con la espada, perecerá por la espada”, palabras estas que pueden traducirse así: “Siempre somos castigados por donde hemos pecado”. Por consiguiente, si alguien está afligido por la pérdida de la vista, es porque la vista ha sido la causa de su falta. También puede ser que él haya sido la causa de que otro perdiera la vista, o de que alguien haya perdido la vista a consecuencia del exceso de trabajo que él le impuso, o por malos tratos, por falta de cuidados, etc. En ese caso, sufre la pena del talión. Probablemente, él mismo, en su arrepentimiento, haya escogido esa expiación, aplicando a sí mismo estas palabras de Jesús: “Si tu ojo es motivo de escándalo, arráncalo”.