Capítulo 9 – Bienaventurados los que Son Mansos y Pacíficos – 10
Según la muy falsa idea de que no puede reformar su propia naturaleza, el hombre se cree dispensado de realizar esfuerzos para corregir los defectos en los que se complace voluntariamente, o que le demandarían demasiada perseverancia si se propusiera extirparlos. Así, por ejemplo, el hombre inclinado a la cólera se justifica casi siempre con su temperamento. En vez de confesarse responsable, atribuye la culpa a su organismo y, de ese modo, acusa a Dios de sus propias faltas. Esto es, además, una consecuencia del orgullo que se halla mezclado con todas sus imperfecciones. Por cierto, existen temperamentos que se prestan más que otros a los actos violentos, como hay músculos más flexibles, que se prestan mejor a los movimientos que requieren fuerza. Pero no creáis que sea esa la causa principal de la cólera, y persuadíos de que un Espíritu pacífico, aunque esté en un cuerpo bilioso, siempre será pacífico; y que un Espíritu violento, en un cuerpo linfático, no por eso será más dócil; sino que la violencia adoptará otro carácter. Al no disponer de un organismo apropiado para secundar su violencia, la cólera se concentrará; mientras que en el otro caso se expandirá. El cuerpo no confiere la cólera al que no la tiene, así como tampoco confiere los demás vicios. Las virtudes y los vicios son inherentes al Espíritu. Si no fuera así, ¿dónde estaría el mérito y la responsabilidad? El hombre contrahecho no puede enderezarse, porque el Espíritu no toma parte en eso; pero sí puede modificar lo que pertenece al Espíritu, cuando tiene la firme voluntad de hacerlo. ¿No os muestra la experiencia, espíritas, por medio de las transformaciones verdaderamente milagrosas que se producen ante vuestros ojos, hasta dónde puede llegar el poder de la voluntad? Reconoced, pues, que el hombre sólo se mantiene vicioso porque así lo quiere. En cambio, el que desea corregirse siempre puede hacerlo. De lo contrario, la ley del progreso no existiría para el hombre. (Hahnemann. París, 1863.)